Pensiones dignas que siguen siendo un privilegio en RD
Es un asunto de «a falta de pan, casabe»; un fracaso sistémico del Estado y sus descentralizaciones que para desgracia de los envejecientes que arriban a retiro, no han convertido la protección a quienes finalizan su etapa laboral en un beneficio universal y vasto. Al que se llega por mandato automático del calendario.
Que deje de ser lo de hoy: una conquista del Everest debida a las conexiones con el poder, al peso de los apellidos o a la apreciación unilateral de quienes toman decisiones para que tales o cuales personas merezcan una zona excepcional de confort a costa del erario y otras no. Eso no es justo; eso es aldeano y de compadreo. Un vicio preferido de políticos en el poder que incansablemente ponen a descansar su prestigio en ejercicios de favoritismo. El marketing de los halagos selectivos.
La mayoría de otros sistemas pensionistas, no importa cómo se llamen, son para conducir seres humanos a la indigencia en subvaluación a los sudores del trabajo de toda una vida. Y aun así, hay quienes abogan por que el asistencialismo en materia de salud y subsidios sociales retorne plenamente a las facultades de poltronas regularmente ocupadas por visiones del partidarismo sectario muy dadas a parcelar al Estado. La sociedad no es tonta. Puede que aplauda las pensiones de la exquisitez pero sabe que se conceden a costa de los que reciben menos. Sin la eficacia del mutualismo.
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