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México. Las brechas económicas de género

Por Kathia Ramos

La desigualdad de género se manifiesta en aspectos económicos, financieros, políticos y sociales. A modo de ejemplo está el techo de cristal, la reducida representación en posiciones de liderazgo, la inequidad en acceso a la educación y a los servicios de salud, solo por mencionar algunos.

La atención económica y financiera del tema radica en que la desigualdad perpetúa la vulnerabilidad económica y la pobreza, obstaculizando el desarrollo económico. Esto podemos verlo por dos vías, la primera es del lado de las mujeres, las cuales si no tienen las mismas oportunidades laborales, terminan por emplear parcialmente o no emplear sus capacidades obteniendo un ingreso menor o nulo. Por otro lado, los empleadores (empresas, instituciones, organizaciones y emprendimientos propios), no tienen la posibilidad de contratar a quien tenga las mejores competencias, ya que no todos llegaron hasta esa oportunidad.

Pese a que desde hace décadas se realizan esfuerzos para reducir esta desigualdad, es sabido que queda camino por construir. Especialmente cuando este año México tuvo un retroceso de dos posiciones en el Índice Global de Brecha de Género, ubicándose en el lugar 33 de 146 países en comparación con el año 2022, de acuerdo con el IMCO.

Aún existen posiciones directivas, foros y mesas redondas ocupadas solamente por hombres, incluso en espacios donde se discuten temas de género. Aún hay diferencias entre los salarios de hombres y mujeres en la misma posición laboral, que comparten características y capacidades. Este es el presente, corresponde realizar y apoyar acciones que contribuyan a la equidad.

La brecha de género es un lastre a lo largo de la vida y alcanza al retiro. En México, el 36% de las cuentas existentes de ahorro para el retiro en una Afore corresponden a mujeres, mientras que el 64% restante corresponde a hombres, de acuerdo con la Comisión Nacional del Sistema de Ahorro para el Retiro (Consar) para junio de 2023. Comparado con la población ocupada, tanto en el sector formal como informal, mantiene una proporción cercana a 60% hombres y 40% mujeres, de acuerdo con datos de la ENOE del segundo trimestre de 2023. Sin embargo, el valor de los ahorros de las mujeres representa el 34.8% de los activos administrados por el Sistema de Ahorro.

Esto significa que hay menos mujeres ahorrando y que ese ahorro es menor que el de los hombres. En otras palabras, la brecha salarial se transforma en una brecha de ahorro y de retiro, ya que debido a un ingreso más bajo, las mujeres hacen menores aportaciones a su ahorro de retiro que los hombres. El acumulado resulta evidentemente más bajo.

Hay factores estructurales que contribuyen a esta inequidad. Tal como la mayor participación de las mujeres en el trabajo no remunerado, el cual consume tiempo que podría ser empleado para otros fines profesionales. Así mismo, las interrupciones laborales para atender actividades domésticas o la búsqueda de flexibilidad en el trabajo para brindar más tiempo a cuidados de la familia colocan a las mujeres en el sector informal o autoempleo, reduciendo su acceso a la seguridad social, prestaciones laborales o planes de ahorro.

La importancia de analizar y hablar de este fenómeno permite la toma de decisiones en la actualidad. La participación del sector público y privado es imprescindible para invertir en proyectos que promuevan la equidad profesional, la flexibilidad laboral y reduzcan la diferencia salarial de género. Las acciones que se realizan cada día deben de contribuir al objetivo establecido, y si este es la equidad de género, las políticas y las prácticas deben de estar orientadas a lograrlo.

 

 

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