Las pensiones en México: Crónica de una crisis anunciada

Uno de los mayores retos en el futuro económico y social de nuestro país son las pensiones. El panorama no es nada halagüeño. El grupo de personas mayores de 65 años como proporción de la fuerza laboral que crecerá rápidamente; la debilidad fiscal crónica en los tres órdenes de gobierno y la falta de racionalidad en el diseño de los cientos de esquemas pensionarios convierten a las pensiones en una bomba de tiempo. De hecho, ya son una carga económica de 15% del Presupuesto de Egresos y en muchos casos sus montos son insuficientes para una vida digna de las personas beneficiadas.

Actualmente, existen tres grandes bloques de pensiones que entre ellos no son propiamente un gran sistema armonizado. Uno, es el sistema tradicional llamado de beneficio definido (BD) que consiste en recibir una pensión en función de las semanas cotizadas, la edad y las contribuciones de la trabajadora. El otro es el sistema de cuentas individuales de contribución definida (CD) que le permite a la persona trabajadora una pensión vitalicia si cumple ciertos requisitos o retirar el monto de sus ahorros en el momento de su retiro. Y, el último, es una lista de mil esquemas de pensiones muy variados: Pemex, CFE, IMSS, las fuerzas armadas, universidades públicas, bancos, gobiernos estatales y municipales, y pensiones universales.

El bloque BD o también llamado pay-as-you-go fue sustentable en un entorno de explosión demográfica y de una esperanza de vida relativamente corta. Bajo este esquema las contribuciones de las personas trabajadoras activas pagaban las pensiones de las personas en retiro. En 1997, su inviabilidad financiera obligó a fundar un nuevo sistema de cuentas individuales también llamado fully funded siguiendo parcialmente el modelo chileno. Se previó correctamente que en el futuro habría pocas trabajadoras jóvenes frente muchas trabajadoras longevas retiradas.

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