Cobijando al arcoíris plateado
Doug Hairgrove y Warren “Woody” Wood llevan 63 años juntos. Se conocieron en la universidad en 1959, trabajaron hombro con hombro por más de tres décadas en una escuela secundaria del sur de California y se casaron en el 2008 en su casa del desierto de Palm Springs, California.
Hace unos años, cuando llegó el momento de cambiar de casa, se mudaron a un apartamento. “Era agradable, pero teníamos muy poco contacto con los demás”, dice Hairgrove, de 84 años.
Anhelaban un lugar que ofreciera servicios sociales como noches de cine, clases de manualidades y cenas comunitarias, pero “nunca nos habríamos planteado una residencia de ancianos convencional”, prosigue. Habían escuchado demasiadas historias de maltrato y acoso en instalaciones tradicionales, dice Hairgrove. “Queríamos vivir con otros gays”.
La pareja encontró lo que buscaba en noviembre del 2023, y se instaló en Living Out Palm Springs, una comunidad de apartamentos recién inaugurada para personas LGBTQ+ y aliados mayores de 55 años. Wood murió el 27 de mayo, a los 85 años. Pero pudo vivir sus últimos meses en una comunidad de iguales.
“Sabíamos que sería un lugar seguro”, dice Hairgrove.
Sus preocupaciones sobre encontrar ese lugar son ampliamente compartidas. En una encuesta realizada por AARP en junio del 2022 (en inglés) entre adultos mayores LGBTQ+, el 41% afirmaron estar preocupados por la discriminación en materia de vivienda a medida que envejecen. El 58% de los encuestados trans y no binarios pensaban que sería necesario ocultar su identidad para tener acceso a una vivienda.
Abordar estas inquietudes fue una de las fuerzas motrices de Living Out. La empresa que lo creó, KOAR International, está bajo la dirección de Loren Ostrow, gay, y su socio heterosexual, Paul Alanis
“Como personas LGBTQ, tuvimos que aprender a navegar un mundo que no estaba hecho para nosotros”, relata Ostrow en la historia del proyecto en su sitio web. “Living Out invierte ese paradigma mediante la construcción de un mundo especialmente para nosotros”.
Algunos defensores, académicos y constructores creen que el cambio de paradigma de Ostrow puede estar a punto de producirse a mayor escala.
“Ciertos líderes de este campo no solo reconocen la importancia de la misión de mantener a salvo a estas personas, sino la oportunidad en el mercado”.
Escapar de la exclusión
SAGE calcula que para el 2030, alrededor de 7 millones de personas LGBTQ+ en el país tendrán 50 años o más. Aunque han sido testigos del cambio radical en materia de derechos civiles de la última década, marcado por las sentencias decisivas de la Corte Suprema que ratifican la igualdad matrimonial y prohíben la discriminación en el lugar de trabajo por motivos de identidad de género u orientación sexual, sus experiencias formativas con frecuencia estuvieron marcadas por la exclusión y los prejuicios.
“Décadas de discriminación han afectado a los adultos mayores LGBTQ+”, señala Kopp-Richardson. “El envejecimiento no es lineal. Es subjetivo y depende de tus experiencias. En nuestras comunidades, vemos cómo se agrava el aislamiento de muchos que no tienen hijos o que están alejados de su familia de origen”.
Las barreras jurídicas y sociales tampoco son cosa del pasado. No existe ninguna ley federal que prohíba la discriminación en la vivienda por motivos de identidad de género u orientación sexual, menos de la mitad de los estados tienen leyes de este tipo, según Human Rights Campaign, un grupo de lucha contra la discriminación.
Para muchos adultos mayores LGBTQ+, los recuerdos de haber sido estigmatizados, el rechazo de familiares y amigos, o de haber mantenido su sexualidad en secreto para conservar el empleo o servir en el ejército, pueden hacer que no se inclinen a vivir abiertamente o a hacer olas.
Al Blencoe (85 años) y Dean McIntosh (91 años), que han estado juntos durante 55 años, se encontraron con una homofobia manifiesta luego de mudarse en el 2021 a una comunidad de vida independiente cerca de Palm Springs. “No íbamos de la mano por el pasillo”, dice McIntosh. Cuando terminaron los dos años de alquiler, se mudaron a Living Out.
“La vivienda es un determinante social de la salud. No se puede llevar una vida sana sin un entorno familiar estable”, afirma Jason Flatt, profesor asociado de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Nevada en Las Vegas y académico del envejecimiento en la población LGBTQ+.
“Vas a tener miedo. No establecerás relaciones estrechas con nadie en ese entorno, porque tendrás miedo de acercarte demasiado”, dice. “Y luego está la probabilidad de que también estés expuesto a la homofobia, la transfobia, otras formas de discriminación. Simplemente exacerba el miedo interiorizado que tienes a que te descubran”
La vivienda asequible es lo más común
Proyectos como Living Out les ofrecen a las personas mayores LGBTQ+ una versión de lujo de las viviendas de afinidad, es decir, comunidades o instalaciones donde los miembros de un grupo marginado deciden vivir cerca unos de otros.
Living Out se describe a sí mismo como un complejo de “lujo” con vistas a la montaña y servicios que incluyen gimnasio, piscina climatizada todo el año, parque para mascotas, campo de golf y un restaurante dirigido por las célebres chefs Susan Feniger y Mary Sue Milliken. Los alquileres de Living Out oscilan entre $4,999 y $8,299 al mes (limpieza semanal y todos los servicios incluidos), una cifra comparable al costo de un centro de vida asistida, pero todavía fuera del alcance de muchas personas mayores LGBTQ+.
Históricamente, las viviendas de afinidad LGBTQ+ por lo general significan viviendas asequibles, a menudo vinculadas con organizaciones sin fines de lucro que ofrecen actividades comunitarias y servicios sociales como educación para la salud y el bienestar, grupos de apoyo y asistencia alimentaria y para el transporte.
La primera comunidad de este tipo del país, Triangle Square Apartments, con 104 unidades, se inauguró en Los Ángeles en el 2007. Ahora es propiedad del Centro LGBT de Los Ángeles, que también gestiona Ariadne Getty Senior Housing en Hollywood, un complejo favorable para adultos LGBTQ mayores de 62 años con ingresos más bajos.
Los residentes pagan una parte del alquiler, en función de sus ingresos comparados con los estándares locales, “pero ese alquiler se subvenciona a través de fuentes gubernamentales o de la recaudación de fondos privados”, afirma el director general del Centro, Joe Hollendoner. “Por suerte, estamos en Los Ángeles, donde no solo hay riqueza, sino también generosidad”.
Según datos de SAGE, actualmente hay 31 complejos de viviendas asequibles para personas LGBTQ en funcionamiento o en desarrollo en todo el país, repartidos por 14 estados y el Distrito de Columbia. Uno de los más recientes es The Pryde, la primera comunidad de adultos mayores LGBTQ de Nueva Inglaterra, que se estableció en una antigua escuela de 1902 en el barrio de Hyde Park de Boston.
“Se trata de un edificio histórico de increíble belleza, un monumento muy querido en el corazón de Hyde Park”, afirma Gretchen Van Ness, directora ejecutiva de LGBTQ Senior Housing Inc., una organización sin fines de lucro que se dedica a crear viviendas asequibles y acogedoras para adultos mayores LGBTQ+.
Según las leyes de vivienda justa de Massachusetts, la ocupación se adjudicó mediante un sorteo dirigido por la ciudad de Boston. El Pryde recibió más de 700 solicitudes para 74 apartamentos, dice Van Ness. El objetivo de los promotores inmobiliarios es que las mudanzas comiencen en junio, el mes del Orgullo en la mayor parte de Estados Unidos.
“Ya estamos buscando el siguiente proyecto”, añade.
El socio de The Pryde es Pennrose, una empresa de construcción y gestión inmobiliaria con oficinas en ocho grandes ciudades y más de 170 propiedades en 13 estados. La vivienda asequible para el colectivo LGBTQ+ es una actividad especializada de la empresa, pero cada vez más importante, con tres proyectos de este tipo en su haber: The Pryde, John C. Anderson Apartments en Filadelfia (inaugurado en 2014) y John Arthur Flats en Cincinnati (2022), y otros tres en preparación.
“Hace años, en mi ingenuidad, algunos de nosotros en Pennrose teníamos la teoría de que esta sería una tendencia efímera y no sería una parte necesaria de nuestro futuro”, afirma Timothy Henkel, presidente de la empresa, sobre su continua participación en el desarrollo de vivienda amigable para la comunidad LGBTQ+.
“Pero aquí estamos, más de una década después, sabiendo que la necesidad persiste”, dice. “[Todavía] necesitamos crear algunos de estos espacios que estén claramente fuera del alcance del comportamiento discriminatorio”.
Aunque la vivienda asequible sigue siendo el modelo dominante, las comunidades de jubilados LGBTQ+ se han ampliado en diferentes formas y tamaños que se hacen eco de los complejos habitacionales en el mercado general de adultos activos.
Birds of a Feather, en Pecos, Nuevo México, se presenta como “una de las pocas comunidades LGBTQ cerradas del país”, con casas repartidas en 140 acres y precios que oscilan entre los $60,000 y algo más de $200,000, a mayo de este año.
Cuando se inauguró en el 2004, “muchas de las personas a las que les vendí lotes habían estado en el clóset toda su vida”, dice la fundadora Bonnie McGowan, de 74 años. “Era la primera vez que se sentían seguros de vivir abiertamente como quienes realmente son”.
Village Hearth, en Durham, Carolina del Norte, fundada en el 2020 por las esposas Margaret Roesch (68 años) y Pat McAulay (69 años), adapta el innovador modelo de viviendas con áreas comunes (en inglés) compartidas para adultos mayores LGBTQ+ y aliados.
La comunidad consta de 28 casitas de uno o dos dormitorios, agrupadas en siete grupos de cuatro, cada una con jardines de plantas autóctonas y patios traseros privados. Los precios de venta están entre $345,000 y $465,000, y las cuotas mensuales de la comunidad de propietarios oscilan entre $385 y $521.
También hay una casa comunitaria con sala de manualidades, habitación para invitados, cocina comunitaria y cuarto de lavado de ropa; un edificio de mantenimiento con cobertizo y taller de carpintería; un parque para perros; y 10 acres de terreno arbolado con senderos para pasear.
Los residentes ven la casa comunitaria como una extensión de sus propios hogares, compartiendo comidas para todos allí una vez a la semana y compartiendo recursos, dice Nan Kelly (70 años), que vive en Village Hearth con su esposa desde hace 20 años, Kate De Haven (78 años). Ambas son trabajadoras sociales jubiladas.
“Si necesito una pala, voy al cobertizo de almacenamiento, firmo el registro y vuelvo a casa. Planto unas flores, limpio la pala y la vuelvo a poner en su lugar”, dice Kelly. Los residentes pasean a los perros de los demás y le brindan transportación a aquellos vecinos que no tienen auto.
“La cultura de colaboración y cooperación es la norma”, añade. “Si no lo haces, alguien te lo dirá”.
Si lo construyes, ¿vendrán?
De vuelta en Palm Springs, Ostrow tiene previsto repetir el modelo Living Out en otros mercados con importantes poblaciones LGBTQ+ y dice ser receptivo a ofrecer versiones de precios más moderados.
“Creo que para la comunidad de inversionistas va a estar claro que se trata de un producto del futuro”, afirma.
Sam Chandan, director fundador del C.H. Chen Institute for Global Real Estate Finance de la Universidad de Nueva York, también es partidario de las viviendas para jubilados LGBTQ. Dirige un estudio sobre Living Out como prueba para aprovechar este mercado en expansión.
“Muchas instituciones de crédito son capaces de calcular los costos operativos y de construcción, pero si no hay un gran número de proyectos de viviendas para adultos mayores LGBTQ+, resulta más difícil calcular la demanda”, afirma. “¿Qué soportará el mercado en términos de alquileres? ¿Cómo será el período de estabilización desde la apertura del proyecto hasta la ocupación estable? ¿Cómo será la retención de inquilinos?”.
Chandan dice que espera que su análisis les proporcione a los inversionistas las herramientas necesarias para avanzar en la construcción de proyectos centrados en el colectivo LGBTQ en todo el espectro de la asequibilidad y demuestre que vale la pena financiarlos. El argumento empresarial, añade, responde a una profunda necesidad social.
“La motivación de muchos de nosotros es garantizar que los miembros de nuestra comunidad puedan envejecer con dignidad, de forma auténtica, rodeados de personas que los cuidan y los quieren”, afirma.
Eso es lo que la novelista Katherine V. Forrest (85 años) encontró después de que ella y su esposa desde hace 33 años, Jo Hercus (70 años) se mudaran a Living Out. Forrest, autora de la galardonada serie de misterio protagonizada por la detective lesbiana Kate Delafield, compara el hecho de encontrar un hogar al final de la vida en una comunidad de iguales con “una respuesta de ‘y fueron felices para siempre’ en una novela”.
“Se trata de una prueba de concepto que me parece increíblemente valiosa”, afirma. “Si la gente de nuestra comunidad con dinero realmente quiere hacer algo que cambie vidas, que marque la diferencia, que deje huella, aquí se puede”.
Leer más @aarp