El modelo normativo de curso de vida en México: evidencias desde la desigualdad de género para una cohorte de adultos mayores
Por Fiorella Mancini y Gerardo Damián
La perspectiva de curso de vida reconoce, en términos generales, la importancia de analizar cuatro grandes fases en la vida de las personas (Settersten, 2003; Blossfeld et al., 2006): la transición a la vida adulta, la movilidad laboral en plena edad activa, el vínculo entre trabajo y familia y, finalmente, la última etapa activa, asociada a la jubilación o el retiro del mercado de trabajo. A pesar de este reconocimiento generalizado, la mayoría de los estudios se han enfocado de manera particular en las tres primeras, dejando de lado el momento final de las trayectorias biográficas (Marshall y Heinz, 2003; Mayer, 2004). En efecto, en América Latina, en general, y en México, en particular, son escasas las investigaciones que se proponen analizar las trayectorias laborales de las y los trabajadores de manera extendida, es decir, desde que comienza la carrera ocupacional de un individuo hasta sus últimos años. Esta ausencia relativa obedece a razones tanto teóricas como metodológicas. Desde la perspectiva teórica, las investigaciones se han inclinado, mayoritariamente, hacia el análisis de dos grandes etapas en las trayectorias ocupacionales. Por un lado, la preocupación recae en las primeras fases de la trayectoria laboral y, específicamente, en las características del primer empleo en la vida de los jóvenes. Las investigaciones acerca del constreñimiento que ejerce el mercado laboral sobre el curso de vida de los trabajadores han mostrado que las condiciones de entrada a un determinado empleo producen efectos de largo plazo en la carrera ocupacional (Parrado, 2007; Triano, 2012) o, dicho en otros términos, que los eventos ocupacionales que se experimentan a edades tempranas tienen ramificaciones profundas que se extienden a lo largo del curso de vida (Solís y Billari, 2003; Mancini, 2016). Varias investigaciones han mostrado cómo el primer empleo actúa, en la práctica, como una especie de herencia social de las personas que condiciona y cristaliza no sólo las posibilidades futuras del trabajo, sino también las oportunidades de bienestar social y la acumulación de (des)ventajas sociales (Mancini, 2017, 2019). Además, las investigaciones sobre los primeros años de la trayectoria laboral suelen estar enfocadas al estudio de grupos vulnerables específicos (mujeres, migrantes, sectores sociales bajos, etc.), en la medida en que dichas poblaciones son las que más sufren estos condicionamientos del mercado, sobre todo en términos de precarización, informalidad o desempleo (Pacheco et al., 2011). Por otro lado, otros estudios se centran en los años activos de las carreras ocupacionales, especialmente para analizar las diferencias y desigualdades entre varones y mujeres respecto del vínculo entre familia y trabajo (Mayer, 2004).
Fuente @UNAM