El sistema de pensiones en El Salvador es malo para todos, pero es peor para las mujeres

En El Salvador, pensionarse es un privilegio. En 2022, solo 14 personas en edad de jubilación por cada 100 recibieron algún tipo de pensión, según los datos (basados en datos oficiales) en el informe “Análisis Socioeconómico de El Salvador” (2023), de la investigadora Saira Barrera, del Departamento de Economía de la UCA.

Pero existe una clara brecha de género: en el caso de los hombres, uno de cada cinco sí recibió algún tipo de pensión, el 19.6 %. En el de las mujeres, solo 11 de cada 100, el 11.5 %. Por lo tanto, el porcentaje de hombres casi duplica el de sus contrapartes femeninas.

La baja cobertura es una de las marcas más nefastas del sistema de pensiones salvadoreño, pues es histórica. Solo basta ver los números de 2011, donde solo el 10.9 % de mujeres accedieron a algún tipo de pensión. En el caso de los hombres, ese porcentaje fue del 18.6 %. La única diferencia es que la población en edad de jubilación de entonces era menor en casi un cuarto de millón de personas.

Las investigadoras Saira Barrera y Sara Hércules publicaron en octubre de 2023 el estudio “Sistema de pensiones en El Salvador: un acercamiento feminista”, donde analizaron cómo un deficientísimo sistema de pensiones lo es más para las mujeres.

Por ejemplo, a pesar de que el grueso de la población en edad de retiro lo conforman las mujeres (65 %), solo el 44 % de la población que recibe una pensión por vejez es de este género. Un porcentaje que se revierte cuando se habla de pensiones dadas por sobrevivencia. Estas tienen como característica que solo son de una parte de aquella pensión que percibía la persona jubilada fallecida.

Por ejemplo, si un hombre jubilado muere, su cónyuge o conviviente recibe el 60% de la pensión. Las mujeres constituyen el 67 % de las personas que reciben este tipo de ingreso.

“La evidencia estadística revela que la participación de las mujeres en el Sistema de Ahorro de Pensiones, especialmente para aquellas que se encuentran en edad de jubilación, corresponde a una estructura de dependencia económica que se perpetúa a lo largo del ciclo de vida de las mujeres: desde el tramo etario en el cual podrían acceder a seguridad social por la contribución individual (18-55 años) bajo el sistema actual, hasta que alcanzan la edad de jubilación”, dice el estudio financiado por la Fundación Friedrich Ebert.

Las mujeres están en desventaja aún en el caso de recibir pensión. Según los hallazgos de Barrera y Hércules, aún en el caso de recibirla se enfrentan a una situación adversa, pues el monto promedio que reciben es menor.

En 2022, un hombre percibía una pensión por vejez promedio de $405.84. La de una mujer era $32.68 menor, es decir, de $373.16.

Debido a que el cálculo de la pensión se realiza con el último salario como base, es una muestra de que hay una disparidad de género en el mundo laboral. Además, las mujeres realizan trabajo adicional no remunerado en un porcentaje superior al de los hombres. Según datos de la Oficina Nacional de Estadísticas y Censos citados en el trabajo, en promedio, ellas dedicaron 23.29 horas a la semana a este tipo de actividades, mientras que ellos solo dedicaron 8.64 horas.

Lo mismo ocurre con aquellas personas que reciben, al mismo tiempo, dos tipos de pensión (de vejez y sobrevivencia) pues heredaron la de su cónyuge y lograron jubilarse. En este caso, la brecha es todavía más grande. En 2022, un hombre recibió, en promedio, $605.33. Una mujer, $418.69, es decir $186.64 menos.

“De esta manera se evidencia que la desigual distribución de los trabajos remunerados y no remunerados entre hombres y mujeres; y la precarización en el trabajo remunerado en el que participan mayoritariamente las mujeres, conllevan dependencia económica, pobreza y exclusión económica para ellas en la etapa final de la vida”, señalan las autoras Barrera y Hércules.

En una realidad tan desigual como esta (siempre peor para las mujeres aunque el sistema en sí esté en crisis), aquellos programas de pensiones no contributivas, es decir las que se entregan sin una cotización y, por lo tanto, son mucho menores que una normal, cobran relevancia.

En El Salvador, existe la Pensión Básica Universal (PBU). Esta, según el Ministerio de Desarrollo Local, consiste en la entrega de una transferencia monetaria equivalente a $50 al mes para las personas adultas mayores de 70 años que no cuentan con una pensión contributiva. En 2022, el 69 % de personas que recibían este tipo de ingresos eran mujeres.

“Se evidencia que el impacto que tiene este tipo de pensiones es claramente más sensible para ellas”, dicen las autoras.
Sin embargo, el porcentaje de hogares en los que hay personas adultas mayores que la recibieron en 2022 fue la menor en 11 años, con solo el 0.62 %.

Esa cifra, por ejemplo, es de menos de la mitad que en 2014, el año en el que se registró un “pico” de cobertura de la PBU, pues fue del 1.43 % de hogares con personas de la tercera edad en el país.

Es un escenario de indefensión para las mujeres en la etapa final de su vida que es mucho mayor que el de su contraparte.

Según el estudio, el 23 % de las mujeres en edad de retiro no cuenta con ingresos propios, siete puntos porcentuales más que en los hombres.

 

 

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