España. El fin de los asesores financieros
Un 85,4% contra un 22%. Ésa es la diferencia en 10 años entre el resultado de una inversión en un fondo de inversión indexado al Standard and Poor’s -que básicamente sube y baja según ese índice -y otro formado por 5 fondos de fondos, es decir, fondos de inversión que invierten en otros fondos de inversión. Con esas rentabilidades, ¿quién puede querer un asesor financiero?
Las cifras de más arriba no son arbitrarias. Son el resultado de una apuesta. En 2007, Warren Buffett, el inversor más famoso -y posiblemente el de más éxito- del mundo en las últimas décadas hizo esa apuesta. Si alguien le mostraba cinco fondos que pudieran dar más rentabilidad que un fondo indexado al Standard and Poor’s, daría medio millón de dólares a una ONG. Solo una persona aceptó la apuesta: Ted Seides. En abril, Seides entregó medio millón de dólares a una ONG. No solo había perdido. Es que le habían pulverizado.
Pero los fondos indexados no son la única amenaza que afrontan los asesores financieros. La otra es la tecnología, que no solo amenaza con dejar sin trabajo a los taxistas, a los periodistas, a los empleados de las agencias de viajes, a los fabricantes de relojes y de linternas, y, cada vez más, a los pilotos de aviones de combate. Tras las webs de noticias gratis y de viajes, de los teléfonos móviles con linterna y reloj, y de los drones, está llegando el robo-advisor, o sea, el robo-asesor. Un nombre que se presta a la ironía, dados los recuerdos que han dejado las Bankias, las preferentes, las hipotecas-basura y demás espantos de la última crisis en todo el mundo.
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