España. Precariedad y cotizaciones más bajas: ¿cómo afecta la brecha de género a las mujeres pensionistas?

Araceli tiene 92 años, su marido falleció cuando ella tenía 54 y actualmente cobra una pensión de viudedad de 700 euros. “Con ese dinero no me llega para todos los gastos de la vida que tenemos hoy”, se queja. “Y tengo que pagar todo lo que conlleva la casa, como la comunidad y la luz”, cuenta a RTVE.es.

Cuando era joven trabajó de cocinera, pero no llegó a cotizar nada. La situación se complicó al quedarse viuda y sus tres hijos, que entonces eran muy jóvenes, tuvieron que trabajar para ayudarla a mantener a la familia. “Desde que se independizaron, afronto yo sola todos los gastos”, dice, y ahora, con la inflación y el encarecimiento de la vida, ir al supermercado se ha vuelto una tarea más complicada, de modo que una de sus hijas le ayuda a hacer la compra a diario.

“En lo que me queda de vida, me gustaría tener un poquito de tranquilidad y no tener que estar haciendo números, porque ya no tengo edad para esto”

“Cada día que pasa, todo está más caro”, señala, y ella, además, tiene que comprar medicación y gotas para los ojos, ya que tiene un problema visual. En su situación, pide que se ponga más foco en la economía doméstica de la población mayor: “Los pensionistas somos los últimos de la baraja. En lo que me queda de vida, me gustaría tener un poquito de tranquilidad y no tener que estar haciendo números, porque ya no tengo edad para esto”.

Amas de casa sin cotización a la Seguridad Social

“Poco a poco, parece que empieza a haber mujeres con mejores pensiones, pero muchas de las que ahora tienen más de 70 años limpiaron, plancharon y cocinaron en las casas sin cotizar a la Seguridad Social”, explica a RTVE.es Mariqueta Vázquez, presidenta de la Asociación de Mujeres por un Envejecimiento Saludable (AMES).

Muchas pedían reducciones de jornada o dejaban de trabajar para cuidar a hijos o padres, defiende Vázquez, pero no siempre conseguían reincorporarse a sus empleos cuando terminaban estas labores que realizaban de forma preferente solo por el hecho de ser mujer. Todo ello tiene un resultado: menos cotización y, por tanto, pensiones más bajas.

La brecha de género en las pensiones actualmente roza el 33%, ya que los hombres perciben 1.439 euros de media frente a los 966 que cobran las mujeres. Esto es resultado de toda una vida laboral en la que se acumulan desigualdades. “Es consecuencia de una carrera laboral más corta, empleos a tiempo parcial, salarios más bajos y numerosos parones, unas cuestiones puramente estructurales que sufrimos por ser mujeres”, explica a RTVE.es Carolina Vidal, secretaria confederal de Mujeres, Igualdad y Condiciones de Trabajo de CC.OO. Todo ello, además, puede tener efecto en dos factores importantes: su envejecimiento saludable y la soledad no deseada.

Desde enero de este año, las pensiones se han actualizado con el IPC, lo que ha incrementado su cuantía. Hubo casi 410.000 que recibieron el complemento por brecha de género, de las que el 92% eran de mujeres. Esta ayuda, que en enero alcanzó 66 euros de media, busca corregir la diferencia entre la pensión media de ambos géneros, aunque a finales del año pasado el Gobierno se mostró abierto a incluir más medidas para corregir esta desigualdad.

Ángeles ha trabajado como celadora y auxiliar administrativa y ahora, con 67 años, cobra una pensión de jubilación de casi 800 euros. “No llego a los 30 años cotizados y por eso es algo más baja”, indica. En su caso, tuvo que interrumpir dos veces su vida laboral: cuando se quedó embarazada y, después, para cuidar a sus hermanos y padres.

“Si no fuera por mi pensión, estoy segura de que no llegaríamos a final de mes”

Vive con su marido y su hijo en una casa donde tienen que pagar electricidad, comida y también una hipoteca. “Aunque mi marido aún trabaja, no gana demasiado, y mi pensión es un extra necesario para poder pagar la luz y la calefacción, que se han disparado”, explica. Por tanto, su economía familiar sobrevive gracias a sus ingresos: “Si no fuera por mi pensión, estoy segura de que no llegaríamos a final de mes”.

En su caso, la brecha es doble, ya que la pensión de jubilación de Ángeles está por debajo de los 1.071 euros que cobran de media las mujeres en España, y es casi la mitad de los 1.573 euros que perciben de media los hombres, según datos de febrero del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones que pueden consultarse en su web.

Una situación más complicada tiene Concha, de 77 años. “Trabajé limpiando en un restaurante y, a la vez, en la casa de los dueños del negocio, pero nunca me dieron de alta en la Seguridad Social”, cuenta a RTVE.es. Ahora cobra una pensión no contributiva de 485 euros, una cantidad insuficiente para poder mantenerse ella sola.

“Pago 350 euros de alquiler y con lo que me sobra tengo que pagar la luz y el agua”, indica. No tiene familiares que puedan ayudarla económicamente y, por ello, recurre a Cáritas para poder comprar comida, mantas y ropa que necesita, además de afrontar algún gasto médico como ir al podólogo.

La brecha de género en las pensiones se concentra en las profesiones más feminizadas, es decir, las desarrolladas mayoritariamente por mujeres y que abarcan los cuidados de niños y población mayor, las labores domésticas y la enseñanza, entre otras. “Los sectores más feminizados son los que claramente tienen pensiones más bajas”, remarca Carolina Vidal.

“Hay que acabar con los ‘suelos pegajosos’ que atrapan a muchas más mujeres de las que rompen el techo de cristal”

Por ello, aboga por abordarlo desde el enfoque de la precarización. “Hay mujeres que han roto el techo de cristal y trasladan los cuidados a otras que están en situación más precaria, moviendo así la brecha”, señala. De esta manera, cree que “hay que acabar con los ‘suelos pegajosos’ que atrapan a muchas más mujeres de las que rompen el techo de cristal”. Para lograrlo, apuesta por subir los salarios -sobre todo los más precarios porque tienen esa perspectiva de género-, corregir sus interrupciones en la vida laboral, y también incrementar los complementos a mínimos, las pensiones mínimas y las de viudedad.

La brecha de género en las pensiones también se aprecia por comunidades autónomas. Se acentúa más en Asturias, donde la pensión media de jubilación que reciben los hombres es de 1.947 euros de media, 857 euros más que los 1.090 que reciben las mujeres en esta comunidad. Le siguen País Vasco, con una diferencia de 708 euros; y Navarra, con 637 euros. Por el contrario, en Extremadura, Melilla y Canarias no llega a los 300 euros y en los tres casos la brecha está por debajo de la media nacional.

“También lo notamos en el sector agrario, responsable de algo más del 30% de las pensiones de jubilación y viudedad en la provincia”, añade. Aunque este sector es un importante impulsor de empleo, indica que tiene unas cotizaciones bajas en contratados y en autónomos. “Si una mujer se queda viuda de su marido, que era agricultor y tenía una pensión de algo más de 800 euros, puede tener finalmente una pensión de viudedad de unos 680 euros si se aplican los complementos mínimos”, explica.

Con las pensiones de viudedad, las mujeres ingresan una cantidad en función de la cotización de sus cónyuges. En este caso, ellas cobran de media 872 euros, una cantidad superior a los 596 euros de los hombres. No obsante, esto también es reflejo de la brecha salarial de género vivida previamente, en la que ellas tienen sueldos más bajos, peores condiciones laborales y cotizaciones más bajas que los hombres.

“La pensión de viudedad es un complemento a los ingresos de muchas mujeres para que tengan un mínimo de subsistencia, y no la percibirían en el caso de que ellas tuvieran una pensión contributiva propia o mejores salarios durante su carrera”, señala Vidal, una idea que también se observa en el Observatorio Social de las Personas Mayores de CC.OO. de 2022.

¿Cómo afecta al envejecimiento saludable y a la soledad no deseada?

Al tener menos ingresos de media que los hombres, la economía doméstica de estas mujeres se ve mermada para afrontar gastos para vivir adecuadamente. “Con menos dinero es más difícil comer de forma equilibrada o calentar tu casa en invierno, y hay más posibilidades de que cojan pulmonías”, señala la presidenta de AMES.

“Queremos envejecer saludablemente, a nivel físico y psicológico”

“Queremos envejecer saludablemente, a nivel físico y psicológico”, defiende, e incide en la importancia del ocio para evitar su aislamiento: “Necesitamos salir y tomarnos un café, ir al teatro de vez en cuando. Esto también es salud, salud mental, pero si no tienen posibilidades económicas no pueden hacer esta vida social que creemos que es imprescindible”.

AMES atiende a 75 mujeres mayores de 70 años en Madrid y organiza talleres donde acuden médicas y psicólogas para hablar de salud sexual, cuidados o la soledad. “Nos dimos cuenta de que dentro de la agenda feminista se habían quedado fuera las mujeres mayores”, remarca, y sus iniciativas buscan reforzar sus vínculos sociales: “Procuramos que las mujeres, a medida que vemos a los hijos salir del nido, nos vamos jubilando y nos quedamos viudas, sigamos viviendo bien”.

Por ello, también es preciso poner el foco en la soledad no deseada, que es “la percepción que tiene una persona de que sus relaciones familiares y sociales son insatisfactorias, ya sea porque esperan más de su entorno o porque se han quedado sin él”, explica a RTVE.es Matilde Fernández, presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad No Deseada. Aunque es un sentimiento subjetivo, también tiene que ver con la forma que tiene la sociedad de organizarse, y hay tres causas que pueden inducir a este problema: la pérdida de la familia, un empeoramiento de la salud por el paso de los años y reducir actividades de ocio al tener menor renta en la jubilación.

“A partir de los 75 años, empiezan a desaparecer familiares, amigos e incluso el rol de cuidadora que han tenido durante su vida. Es entonces cuando empieza ese sentimiento de soledad”

Como indica Fernández, el 72% de personas mayores de 65 años que viven solas son mujeres. “A partir de los 75 años, empiezan a desaparecer familiares, amigos e incluso el rol de cuidadora que han tenido durante su vida. Es entonces cuando empieza ese sentimiento de soledad”, matiza. Por tanto, aunque no tienen datos oficiales de cuántas de estas mujeres sufren la soledad no deseada, reconoce que es un colectivo especialmente vulnerable ante este problema social.

Para abordarlo, aboga por construir un pacto intergeneracional que corrija la brecha de las mujeres en su vida laboral y evitar que sufran más desigualdades a medida que cumplen años: “Tiene que ver con el tipo de sociedad que tenemos que construir: implica un cambio en la mentalidad de los hombres y las familias de este país, pero también analizar qué tienen que mejorar los poderes públicos”. En definitiva, una visión que contemple, y no olvide, la importancia de las mujeres pensionistas dentro de la sociedad.

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