México. Generación Afore: Vivir para trabajar o trabajar para vivir
Cuando Juan Gutiérrez cumplió 64 años de edad y 30 de permanecer laborando para una entidad gubernamental, fue informado por sus jefes de que podía comenzar el procedimiento para obtener una pensión.
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A pesar de su confusión, dio inicio el trámite y al cabo de unos meses partió del lugar que le había brindado seguridad laboral en las últimas décadas. Según relató a Contenido, no le fue nada fácil alejarse de su vida laboral después de tantos años.
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“Uno no se acostumbra y la pensión no alcanza”, afirmó sin ahondar en la cantidad que recibe mensualmente. Sin mucho que hacer, invirtió en un par de automóviles para él y sus hijos, con los que continúan el trabajo en el que se han desempeñado la mayor parte de su vida: manejar.
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El ejemplo de Gutiérrez es similar a la de cientos de empleados que todavía no saben si su esfuerzo laboral se verá recompensado en su retiro o si su pensión será “más simbólica que útil” al momento de abandonar un empleo formal e incorporarse al mundo freelance (trabajo de manera independiente), o en el peor de los casos, encontrarse en el mismo dilema de aquellos que no saben si están trabajando para vivir o viviendo para trabajar.
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